martes, 8 de diciembre de 2009

El 8.

Parece una fotografía, esta fecha parece estar calcada para mí, es igual que el año anterior, que el año anterior al anterior y que muchos anteriores más, estoy con mi familia, pero solo, estoy aislado, estoy nostálgico, pero hoy estoy cómodo.

Afuera hay música de una papayera que toca donde unos vecinos, el parche de los fumadores con risa de la cuadra parchados en la esquina, los niños imitando los bailes de los mayores en la calle y la gente más calmada observa la fiesta desde los balcones, todo iluminado por las luces de navidad.

Vivo en un barrio popular donde se utiliza mucho la pólvora, se sacan los muebles de la casa a la acera, se compite por cual equipo de sonido suena más duro y por quién queda más borracho al final de la noche. En un barrio como este diciembre es símbolo de desenfreno, de alegría colectiva, de parranda monumental, beben como si no hubiera un mañana y bailan más que Moisés Angulo.

Yo siento una mezcla de sensaciones, soy muy gallina y me dan miedo los voladores y chorrillos, me genera algo de desespero que suenen 5 equipos al tiempo y al máximo de volumen y a pesar de que me gusta el licor, me da algo de desconfianza el mar de gente ebria en las calles en diciembre, es como una procesión de locos, en un día como este yo prefiero estar sobrio.

Son las 10 y algo, estoy en camiseta y pantaloneta, no me bañé hoy, me paré de mi cama a las 6 de la tarde, escuche un rato canciones de John Lennon, ya son 29 años de su muerte un 8 más triste que el hoy y acompañe por momentos a mis padres en el ritual de las velas, valiente guevonada! uno comprar 40 velas para prenderlas y mirarlas hasta que se consumen.

En fin, me siento igual que siempre en las fiestas de navidad y fin de año, como con la misma melancolía, como con la misma soledad, pero cada vez me acostumbro más a estas fechas y le prestó menos importancia a lo que pasa allá afuera, pero todavía no he empezado a ponerle la atención que se merece a lo que pasa aquí, conmigo, bien adentro.